Artículo de opinión: "El fracaso del animalismo. Fin de la trilogía" por Alfonso Aguado Puig.
En nuestro artículo denominado “La gran falacia” publicado en 2020, ya comenzamos esta trilogía, cuestionando la creación de la dirección general de derechos de los animales por varios motivos. El primero de ellos, tan evidente como que los derechos de los animales no existen. En consecuencia, no se pueden reconocer, por lo cual, a la postre, crear un organismo con este fin, carece de rigor y es superfluo. Así ha sido.
La segunda publicación sobre este tema, en 2021, se tituló “Animalismo y desviación de poder”. En ella nos centramos en analizar el origen y fundamento del animalismo, utopía que se ha convertido en el motor de proyectos como la ley nacional de bienestar animal y la reforma del delito de maltrato animal del art. 337 del Código Penal. Propuestos por la dirección general de derechos de los animales del gobierno de Pedro Sánchez, han nacido viciados por esta ideología radical, por lo que se ha perdido la oportunidad de avanzar en lo que debería haber sido su verdadero objeto: el bienestar animal. No en balde, salvo algún buey bien apesebrado, han contado siempre con la oposición de todos los sectores afectados y de las entidades técnico-científicas de referencia, como los veterinarios, biólogos. Estos engendros, además, han sido tramitados por la vía de urgencia, pero nadie nos ha explicado el por qué de estas prisas. Lo que hay que ver.
El motivo de estas líneas, último acto de este sainete cortesano, se centra en analizar si, tanto el animalismo, como la institución creada para ampararlo en el actual Gobierno, han cumplido las expectativas que en ellos, puso todo el organigrama creado por la Asociación Parlamentaria de Derechos de los Animales, orquestada por la mujer en la sombra de este gobierno. Comenzando con el objetivo último del animalismo, que es el reconocimiento de derechos de los animales, debemos decir que durante esta legislatura en ninguna norma se ha producido esta modificación. Ni que decir tiene que ningún precedente había al respecto, ni en nuestro ordenamiento, ni en el Derecho Internacional. Primer fracaso de los de Belarra, además, previsible.
Otro de los grandes objetivos del animalismo, es el fin de actividades como la Caza, que pretendía conseguir en esta legislatura eliminando una herramienta indispensable como es el perro. Sin embargo, la exclusión de los animales auxiliares, entre ellos el perro de caza, del texto de la nueva ley básica de bienestar animal, ha supuesto un duro golpe que ha hecho tambalearse la iniciativa, hasta el punto de que en el Congreso, hasta el último momento no estuvo garantizado el voto a favor del propio partido que apadrina este ministerio. Haciendo de tripas veganas corazón, les pudo más la zanahoria de los chiringuitos que su honor, cosa que por otra parte, no conocen. Qué tontería, cómo no iban a tragarse ese sapo que, en todo caso, es un anfibio (aunque vertebrado).
No podemos ocultar que, debido a la soberbia en el gobierno se han conseguido aprobar estas normas ¿pero a costa de qué? En primer lugar, hay que aclarar que, la legislación básica estatal de bienestar animal (como sobre cualquier otra materia ya legislada en el ejercicio de sus competencias por las comunidades autónomas), no va a ser una norma de aplicación directa al ciudadano. Como tal, su función es la de coordinar las legislaciones autonómicas, respetando el orden establecido en los arts. 149 y concordantes de nuestra Constitución. Son las leyes autonómicas las que se van a seguir aplicando a los ciudadanos en cada región. Cabe recordar que el desarrollo de esta normativa especial comenzó a partir de los primeros años del nuevo siglo y, además, recientemente se han publicado reformas de estas normas, la última la ley valenciana. Habrá que ver si esta ley básica va a tener vigencia suficiente para conocer normas autonómicas adaptadas a su contenido.
En segundo lugar, ¿cuál es el efecto de la aprobación de esta ley básica respecto de los animales de compañía auxiliares o de trabajo? En la clasificación realizada por la reciente ley de bienestar animal vasca 9/2022 (que ya analizamos en nuestro artículo “Perros de caza, mejor a la vasca”), ya se contempla un régimen diferenciado en materia de bienestar animal de estos animales auxiliares, respecto de las mascotas, que son los destinatarios de la ley básica nacional. La exclusión de los perros de trabajo, incluidos los de caza, en la nueva ley básica estatal, gracias a la presión del sector cinegético, nos proporciona un fundamento único, para pedir que esta categoría de animales tenga una regulación propia en los regímenes autonómicos.
En tercer lugar, sobre la misma clasificación y exclusión ya reconocida legalmente, el animal de compañía auxiliar, incluido el de caza, no entra dentro del ámbito de aplicación del Convenio de Protección de Animales de 13 de noviembre de 1987 que España ratificó en 2017 ya que según la definición de animal de compañía de dicho Convenio, recogida en su art. 1.1 afecta a: (y citamos literalmente) todo aquel que sea tenido o esté destinado a ser tenido por el hombre, en particular en su propia vivienda, para que le sirva de esparcimiento y le haga compañía. Por tanto, todo perro que es tenido para otra finalidad, no debe verse afectado por el Convenio y menos, cuando una ley básica nacional acaba de de excluirlos del régimen general de bienestar animal pensado para las mascotas.
Estos dos efectos, la falta de aplicación directa al ciudadano y la exclusión del perro de caza, que confirma también la exclusión del ámbito de aplicación del convenio internacional citado, nos llevan trazar el rumbo en el que debe trabajar de firme el sector cinegético español: desarrollar, a todos los niveles, una legislación en materia de bienestar animal adaptada a las necesidades etológicas y funcionales de estos animales de compañía auxiliares. Paradójicamente, el sector animalista en el Gobierno, nos acaba de proporcionar la mejor herramienta para garantizar la supervivencia del perro de caza, amén de las maravillosas razas autóctonas que existen en nuestro país, dedicadas a esta actividad. Toca ponerse en cuadro y trabajar en esta línea de cara a la próxima legislatura. Es nuestra responsabilidad.
A modo de conclusiones de este último capítulo de la historia del paso del animalismo por el gobierno de España:
1º Han fracasado: a pesar de tener el poder de un ministerio propio, no ha cumplido ninguno de sus objetivos. No han conseguido materializar los derechos de los animales, ni acabar con la Caza. Los inversores del animalismo se lo tendrían que pensar mejor para seguir metiendo dinero en entidades que no cumplen sus órdenes. ¿Alguien va a responder del dinero que ha costado este ministerio? ¿Aquí no dimite nadie? No, aguantarán hasta el final para cobrar la última paga y se irán por la puerta de atrás cuando hablen las urnas, llevándose hasta los bolígrafos de propaganda. Lo que no sabemos es si sus patrocinadores seguirán viendo rentable su inversión.
2º Han potenciado un movimiento social en defensa del Mundo Rural que ya existía. Al animalismo gobernante (y no hablo solo de Podemos) lo ha derrotado el Mundo Rural español, provocando la Marea Naranja del 20 de marzo, como reacción del pueblo soberano al ver en peligro formas de vida y tradiciones que nos identifican y llevamos en el ADN. Aquella manifestación de 2022 en la que, de forma pacífica, se echaron a las calles de Madrid más de 600.000 personas tranquilas, pero indignadas, diciendo “ya basta”, ha consagrado este movimiento social transversal, que ha llegado para quedarse y le ha dado su poder a un sector cinegético más unido que nunca.
3º.- Al tener que ceder con la exclusión de los perros de caza para salvar sus pesebres, han aclarado que las normas sobre mascotas, incluidos convenios internacionales, no son de aplicación a los animales auxiliares, con lo cual, involuntariamente, nos han dotado de una herramienta jurídica, que antes no teníamos, para conseguir crear un régimen de bienestar lógico y técnico para nuestros perros de trabajo, que garantice el futuro de la Caza en España y salvar a nuestras razas autóctonas, patrimonio de todos. Los chiringuitos seguramente se crearán, pero durarán lo que el gobierno entrante quiera.
4º.- La Caza también vota. Los animalistas han conseguido que el Mundo Rural español tenga mayor peso electoral que nunca. La cuestión es que para gobernar España, el aspirante se tiene que comprometer de firme en defender la Caza. No conviene enfrentarse a la Marea Naranja.
Alfonso Aguado Puig.
Presidente Asociación Española de Rehalas.
Vicepresidente Oficina Nacional de la Caza.
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